A finales del 2020 una encuesta realizada por Criteria, empresa con trayectoria y prestigio en investigación, arrojó que 9 de cada 10 niñas y niños tiene un celular. Son personas que nacieron y han crecido en medio de la cultura de la tecnología y les llaman nativos digitales.
Las niñas, niños y adolescentes mantienen una alta exposición a videojuegos, celulares, tablets y televisión durante el día y, en algunos casos en la noche, llegando a que un 60% de su interacción sea vía dispositivos móviles u otros.
La psicóloga Daniela Cano, quien se dedica a la atención de niños, niñas y adolescentes, considera que un uso limitado de las pantallas es preferible a la prohibición directa por parte de padres y cuidadores.
“La tecnología en sí reporta variados efectos positivos como la inmediatez de la información y la oportunidad de mantenernos en contacto a pesar de la distancia geográfica. Niños y niñas se han visto obligados a utilizar pantallas para mantenerse en contacto con familiares o terceros significativos, así como también para socializar con pares y participar de clases virtuales, que no sería posible sin los avances tecnológicos actuales”.
Además, la profesional destacó la adicción que podría provocar el uso de pantallas y el sedentarismo al que contribuye.
“El efecto más negativo tiene relación con el poder adictivo de las pantallas que, con el tiempo, va modificando el umbral del placer de aquellos niños y niñas expuestos sistemáticamente a las mismas, lo que va a impedir que puedan disfrutar de experiencias sensoriales de la vida real y que por ende, perseveren en la búsqueda de una estimulación digital de mayor intensidad, quedando expuestos a contenidos inapropiados para la edad, sedentarismo y otros efectos negativos derivados”.
Sin embargo, sabemos que muchas veces este uso de pantallas es imposible prohibir completamente. Por ello Daniela Cano recalca cómo realizar un buen uso de los distintos soportes y un llamado de alerta a las y los cuidadores:
“Estar atentos a las necesidades de los niños y niñas, supervisar el uso de las pantallas y limitar esta actividad a ciertos horarios del día, considerar en la rutina experiencias ricas en estimulación cognitiva y sensorial como dibujar, pintar, hacer ejercicio físico, etc., y por sobre todo, promover de manera transversal la comunicación con los y las niñas”.